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De minero ilegal a agrónomo

Cuando murió su padre, Carlos Silvio Arredondo Quintano se hizo el bobo con el tema de que la minería ilegal era mala. Soltó el azadón que por años había sido la herramienta de enseñanza de su progenitor para meterse entre socavones, de donde salir vivo se convierte en un desafío.

Por 14 años soportó el calor imprudente de aquellos túneles, una desventaja que parecía minúscula en comparación con tener que ver morir a muchos de sus compañeros. Administraba papa desde pequeño pero por terco, "le tocó vivir las duras y las maduras". Sus cinco hijos fueron el motivo por el cual creyó que debía conseguir un trabajo en el que ganara mucho dinero en poco tiempo. No se trataba de ser traqueto sino minero ilegal. Vivía sucio porque el trabajo le ponía marca propia. Su aroma impregnado era el carbón y le da pena recordarlo. Comenta que no entiende cómo su esposa no lo dejó viéndolo tan desarreglado. Él provenía de familia de campesinos agricultores, pero quiso ganar dinero rápido en un oficio que de fácil no tiene nada.

Un muchacho llamado Nacho Arredondo fue el que lo invitó a ser minero y él creyó que esa era una señal del cielo y más, tratándose de vivir en Angelópolis, el municipio de los ángeles. Se equivocó de milagro y por eso no dudó en retirarse de este trabajo cuando la Gobernación de Antioquia, a través de Maná, creó el proyecto huertas caseras. 400 gallinas ponedoras son su empresa productora. Ese dicho de que nadie sabe de maternidad de gallinas no se cumple en el caso de " Carlitos": hasta la Gobernación le enseño a cuidarlas en cada una de sus etapas.

Sumada a esta bendición, como él la denomina, el cultivo de plátano que el Gobernador Luis Pérez Gutiérrez creó para que los campesinos dejaran de ser mineros, fue adoptado por él. El dinero que recoge siendo agricultor y cuidando gallinas no lo ha hecho rico, pero con este sí ha cumplido muchos de sus sueños.

Sus hijos son profesionales y le ayudan con todo lo que cultiva. El café lo procesa y lo exporta a diferentes partes del mundo. Creyó que el carbón le daría más felicidad que la tierra pero no es así, bien dice Luis Pérez Gutiérrez que el territorio es la mayor riqueza de los antioqueños.

Como minero nunca progresó porque lo que ganaba le tocaba invertirlo en herramientas. Vivía con la muerte detrás y ahora la prosperidad es su perseguidora. La primera clase que recibió en la vida fue sobre agricultura y ha ganado varios cartones en esta materia. No solo es un hombre preparado sino un ejemplo de superación.

Su mayor sueño es que uno de sus hijos deje de ser minero. Desde hace un año se está reeducando en el campo para demostrar como buen padre que hay otra salida.
El trabajo le corresponde a él y ya está dando los primeros pasos. Su padre muerto hace varios años, tenía razón con su cantaleta y no quiere que se repita la historia. La Gobernación de Antioquia fue uno de los ángeles que se cruzó en su camino y con esta oportunidad hará de su familia agricultores dignos de ver en el territorio como la salida de la ilegalidad.

Medellín, 24 de julio de 2017
Escrito por: Érica Yasmín Zapata Vásquez
Revisó: Jorge Alberto Velásquez

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