1.1.1 Símbolos del departamento de Antioquia

La bandera de Antioquia

La Bandera de Antioquia tuvo su origen en la Universidad de Antioquia, que casi desde su fundación tenía entre sus emblemas una bandera blanca y verde que era izada en todos sus actos oficiales.

Cuando era necesario hacer sentir la presencia del Departamento se utilizaba la bandera de la Universidad.

En 1962, por Ordenanza No. 06 del Gobierno Departamental, se oficializó el uso de una bandera que debía tener dos franjas iguales, la superior blanca y la inferior verde, es decir la misma de la Universidad de Antioquia.

El color blanco simboliza pureza, integridad, obediencia, firmeza, vigilancia, elocuencia, vencimiento, inocencia, blancura y virginidad. Y el verde, por su parte, representa la esperanza, la abundancia, la libertad, la fe, la amistad, el servicio y el respeto.

El escudo de Antioquia

El gobierno del Estado de Antioquia, determinó por Decreto del 23 de agosto de 1812, representar el escudo de la siguiente forma:

Una matrona vestida y adornada a la Indiana, sentada al pie de un cerro de oro entre el plátano y la palmera, con un río caudaloso a sus pies, acomodándose en su cabeza el gorro de la libertad. Los gobernantes querían dejar constancia no sólo de la libertad del nuevo Estado, sino que simbolizaron con el cerro de oro la riqueza y la virtud, con la palmera los triunfos y victorias, con el plátano la abundancia, con el gorro la libertad y con la matrona la raza Antioqueña.

Himno Antioqueño

El autor de la letra del Himno Antioqueño fue Epifanio Mejía, nacido en Yarumal quién escribió un poema titulado "El canto del Antioqueño", obra publicada en 1868. Sólo a finales del siglo XIX, se abrió un concurso para que este poema fuera musicalizado, con el fin de convertirlo en himno propio de la región. Este fue ganado por el Maestro caucano Gonzalo Vidal y por la Ordenanza No. 06 de 1962 fue adoptado oficialmente como el Himno de Antioquia.

CORO
Oh libertad que perfumas
las montañas de mi tierra,
deja que aspiren mis hijos
tus olorosas esencias!

I
Amo el Sol porque anda libre,
sobre la azulada esfera,
al huracán porque silba
con libertad en las selvas.

II
El hacha que mis mayores
me dejaron por herencia,
la quiero porque a sus golpes
libres acentos resuenan.

III
Forjen déspotas tiranos
largas y duras cadenas
para el esclavo que humilde
sus pies de rodillas besa.

IV
Yo que nací altivo y libre
sobre una sierra antioqueña
llevo el hierro entre las manos
porque en el cuello me pesa.

V
Nací sobre una montaña,
mi dulce madre me cuenta
que el sol alumbró mi cuna
sobre una pelada sierra.

VI
Nací libre como el viento
de las selvas antioqueñas
como el cóndor de los Andes
que de monte en monte vuela.

VII
Pichón de águila que nace
sobre el pico de una peña
siempre le gusta las cumbres
donde los vientos refrescan.

VIII
Cuando desciendo hasta el valle
y oigo tocar la corneta,
subo a las altas montañas
a dar el grito de alerta.

IX
Muchachos, le digo a todos
los vecinos de las selvas
la corneta está sonando...
¡tiranos hay en la sierra!

X
Mis compañeros, alegres,
el hacha en el monte dejan
para empuñar en sus manos
la lanza que el sol platea.

XI
Con el morral a la espalda
cruzamos llanos y cuestas,
y atravesamos montañas
y anchos ríos y altas sierras.

XII
Y cuando al fin divisamos,
allá en la llanura extensa,
las toldas del enemigo
que entre humo y gente blanquean

XIII
Volamos como huracanes
regados sobre la tierra,
¡ay del que espere empuje de
nuestras lanzas revueltas!

XIV
Perdonamos al rendido
porque también hay nobleza
y en los bravos corazones
que nutren las viejas selvas.

XV
Cuando volvemos triunfantes
las niñas de las aldeas

rinden coronas de flores
a nuestras frentes serenas.

XVI
A la luz de alegre tarde
pálida, bronceada, fresca
de la montaña en la cima
nuestras cabañas blanquean.

XVII
Bajamos cantando al valle
porque el corazón se alegra;
porque siempre arranca gritos
la vista de nuestra tierra.

XVIII
Es la oración; las campanas
con golpe pausado suenan;
con el morral a la espalda
vamos subiendo la cuesta.

XIX
Las brisas de las colinas
bajan cargadas de esencia,
la luna brilla redonda
y el camino amarillea.

XX
Ladran alegres los perros
detrás de las arboledas
el corazón oprimido
del gozo palpita y tiembla...

XXI
Caminamos... Caminamos...
y blanqueas... y blanquean...
y se abren con ruido
de las cabañas las puertas.

XXII
Lágrimas, gritos, suspiros,
besos y sonrisas tiernas,
entre apretados abrazos
y entre emociones revientan.

XXIII
¡Oh libertad que perfumas
las montañas de mi tierra,
deja que aspiren mis hijos
tus olorosas esencias!.

Letra: Epifanio Mejía
Música: Gonzalo Vidal

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